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Amira

Mujer

mujerPor: Dagoberto Pinto.

Te lo venía diciendo Amira, la vida no será lo mismo para mí, ¿te puedes imaginar mis tardes sin ti?, tan distintas a aquellas en que nos hacíamos reír con ocurrencias y bromas, te tendías en la arena y yo te masajeaba los pies. Amira, no me pidas que no me ponga triste, no me digas que la vida sigue y que vendrán mejores tiempos, eso no.

No te podré cumplir lo que me hiciste prometerte, no podré deshacerme de tus cosas. Si vieras como se ve de bonita tu foto en un rinconcito de la pieza en la que vivo ahora, aquella fotografía que trajiste del paseo que hiciste a San Gerónimo. Te ves tan presente que me niego a aceptar la realidad. Allí también tengo las esquelas perfumadas que guardabas en el baulito de cuando éramos novios, las he organizado y cada día las limpio para que el polvo no las vaya a devorar.

Amira, de verdad que no podré quemarlas. Me pediste que hiciera una hoguera y no, no voy a matar tu recuerdo con un acto de esos. Si el tiempo quiere, que él disponga de todo, yo te seguiré llevando hasta el último suspiro.

***

Todavía estará mi hijo acordándose de la fufa esa que tenía por mujer, y que gracias a Dios se le murió. Tanto le pedí que lo librase de ella, y lo hizo. Ahora se está consumiendo en alcohol, pero ya le pasara. Prefiero que se emborrache todos los días, si eso quiere, pero no la afronta de una mujer como aquella. Bien merecido se tiene los palmos de brasas que le fueron reservados en el infierno. Allá estará pagando la culpa de su vida.

Nunca le creí eso de que era una nueva criatura, nunca me convenció. Eso sólo lo toleraba al imbécil de mi hijo qué quiso hacer de redentor sacándola de ese grill dónde estuvo desde niña por puro gusto y no porque le tocará, como ella juraba rasgándose las vestiduras. Ese papel de mártir nunca le quedó bien. La muy descarada tuvo el arrojo para ir un día a nuestra congregación, pero debió entender, por los gestos que le hicimos todos los miembros, que ahí no tenía cabida. De nada valieron sus lágrimas de pura culpa. Pensaba que con ir a nuestra comunidad y aparentar arrepentimiento iba a recibir aplausos y ser bienvenida.

La muy descarada debió sentirse como cucaracha entre gallinas, recuerdo que salió con el rabo entre las patas, quiso ganarse el cielo así no más sin caer en cuenta que su mancha era imborrable. Uno no se anda mereciendo la gloria solo con las buenas obras y menos si las haces por conveniencia.

Una madre nunca erra en lo que es conveniente para sus hijos, de algo ha de servirnos el viacrucis de los 9 meses que los llevamos en nuestras entrañas. Ahorita mismo todos mis tormentos han pasado, respiró paz, tengo esa sensación de pureza que se siente cuando se asea la casa y todo es orden, cada objeto está en su lugar, la basura se saca de la casa y la vida fluye. No puedo negar que me alegra esta muerte. Una devota como yo no debería alegrarse por estas cosas pero hay que ver el tipo de ser que era ella, sé que todos los miembros de mi congregación entienden.

***

Amira, tú sabes que a mi madre nunca le importó mi felicidad. Mi felicidad eras tú y ella nunca pudo perdonar tu pasado, por eso no aceptó que yo te amará y menos que te ame aún. Ella no puede creer en segundas oportunidades, para ella quién tropieza y cae no tiene como levantarse; habló mal de ti, lo hacía con todo el mundo y me lo decía a mí. Me insistió tantas veces que te dejará, me prohibió que te llevará a su casa, y tú lo sabías. Sin embargo, no llegabas a la tentación de responder a sus insultos de la misma manera.

Siempre pediste que la entendiera, me dijiste que tú no tenías problema en permanecer en la sombra, pero yo no podía con eso, no podía entender que mi madre te negara la admisión. Te juro que yo una afrenta tal no la soportaría, y tú lo hiciste por el gran corazón que tenías, ese del que me enamoré con todas mis fuerzas.

Amira, tú sabes que a mí no me importó lo que me dijeran, y estoy tranquilo porque sé que la muerte no es derrota para la gente buena, por eso, a pesar de mi tristeza por tu adiós estoy feliz porque te fuiste derechito al mejor lugar, ese mejor lugar no fue la vida, en ella sólo recibiste bofetadas y no tuviste el reconocimiento a tu grandeza. Ahora estás con Dios, y él sí te ha conocido como eres.

Mi fortuna fue ser tu compañero de la época que dijiste fue la más feliz de tu existencia, también lo fue para mí y ya nada será igual. Sé que todavía no tengo como irme para donde estás, mi vida ha sido compleja siempre, no ha sido el reflejo de lo que fuiste.

Amira, me pondré en la labor de merecer el cielo, por eso como tantas veces me lo pediste perdonaré a mi madre, lo haré para frenar esta carcoma que siento adentro cada vez que pienso en lo cruel que fue contigo.

***

Algún día tendrá ese hijo mío que entender que la razón es mía, vendrá y me reconocerá. Aquí lo voy a esperar camándula en mano. Cada día rezaré a la virgen por él, para que le abra el entendimiento que esa mala mujer le dejó arruinado. Sé que tarde o temprano se va a convencer de lo mal que ha obrado dedicándole más tiempo a la puta esa que a mí.

Mi dignidad estará en pie para cuando vuelva, no seré yo quien dé el brazo a torcer. Ahorita mismo se le estarán removiendo los sentimientos y le han de decir que debe volver al lado de su madre a pedirle perdón por ser un mal hijo, ese mal hijo que vino a ser cuando se emparentó con esa cualquiera.

Aquí estoy ánimas del purgatorio, tráiganme a ese hijo mío, a mi hijo pródigo; que se dé cuenta de lo mal que ha hecho con despilfarrar los valores que le inculqué desde niño; yo le diré bienvenido, me pedirá perdón. Ya no está  esa que se lo impedía, por eso estoy segura que regresará.

***

Amira, voy a casa de mi madre a pedirle perdón, aunque soy yo el que debe perdonarla por su odio hacia ti. Amira, tú me enseñaste, cuando me pedías perdón aunque las culpas eran mías, me desarmabas de tal manera que yo te decía -te perdono-,  pero más que eso me perdonaba a mí mismo, me perdonaba del egoísmo y de tanto escucharte -perdóname-, por mis propias culpas se me quitó lo malévolo y al final llegué a tener algunas de tus virtudes. Me enseñaste tanto Amira, y ahora te estoy haciendo un homenaje con lo que voy a hacer. Le pediré perdón a mi madre por sus culpas, quizás ella algún día llegue a entender lo que entendí yo.

***

Ahí viene mi hijo subiendo la cuadra. Yo sabía, vendrías arrepentido donde tu progenitora, hijo mío; te costará mi perdón, hasta el perdón de tu madre tiene un precio. Mi pequeño, no te dejaré ir de mi lado, ninguna mujer podrá arrebatarte de mí.

***

Aquí estoy Amira, en casa de mi madre, sé que estás feliz de verme aquí, y sabes que sólo por ti lo he hecho, sólo porque tú me lo enseñaste fui capaz de pedir perdón a quién me ofende. Tú decías que qué más daba, que lo importante era tender puentes y propiciar la reconciliación.

Amira, qué gran mujer fuiste, qué hermoso recuerdo eres.

***

Lo tengo aquí conmigo. Mi hijo es mío.

***

Amira, mi madre no cambia, no hace más que odiarte, odia hasta mi recuerdo de ti.

***

Ya no está la zorra que me lo había robado, nunca más permitiré que me lo quiten.

***

Amira, puedo oírte, es tu voz en la brisa del atardecer es un susurro entre las ramas, es tu amor de nuevo enterneciéndome. Amira, extiendo mis manos y puedo tocarte, son tus cabellos los que palpo, es tu aroma de campo florido, es tu piel delicada, Amira.

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