
En las sesiones de baile las participantes construyeron colectivamente una coreografía como parte de un proceso creativo, pero, además, como parte de una terapia alternativa que fomenta su desarrollo cognitivo, psicosocial y afectivo.
En el baile se mantienen y restauran las conexiones interpersonales y psico-sociales que ayudan a su rehabilitación, asimismo para adquirir herramientas que reparen el tejido social.
Las clases de baile fomentan capacidades personales y colectivas para la construcción de una base de convivencia sana; en las clases de baile comienzan a tener más autonomía, a decidir por ellas mismas como proporcionar y ayudar a montar las coreografías, hasta motivarse entre ellas, proporcionando un liderazgo horizontal.
La coreografía es el producto final del proceso de Danza, en donde las participantes exploraron estilos, estéticas, formas y técnicas de exploración profunda del cuerpo como territorio agente de expresión, reflexión y creación más allá de estar en una pandemia prisionalizada.
