Escribir aislamiento en aislamiento

Desde el comienzo del proyecto El Vigía hemos entendido la literatura de una manera amplia, como un espacio de reconocimiento de sí mismo y del entorno, así como un medio para aprovechar el tiempo libre y para expresarse.

Con ello en mente, los talleres con las participantes se han centrado en hacer que disfruten de distintos textos que abran temas de reflexión y de diálogo y que, posteriormente, las inviten a escribir y encontrarse a ellas mismas en las letras.

En esta sección encontrarán muestras de su trabajo: crónicas, historias sobre la infancia y juventud, historias sobre animales y cartas que han escrito en la sesiones. Algunos textos han sido hechos con motivo de lo que han vivido en medio del aislamiento doble, por cuenta de la situación de salud por le Covid-19. Por favor, sumérjanse en estos escritos y permítanse emocionarse, conmoverse y sorprenderse.

Historias sonorizadas


Estas son historias leídas y grabadas directamente con la voz de las participantes, y sonorizadas con el apoyo de la Fundación Fahrenheit 451:
Nato nos narra la historia de una niña cuyo amor por los animales logra sobrepasar cualquier obstáculo, incluso una mordida.
En esta historia, Beibys nos cuenta un episodio vivido con su perrita Katia, por cuenta de un taxista descuidado.
Janay nos cuenta varios aspectos dolorosos de su vida en medio de esta crónica que recoge la manera en que llegó a estar tras las rejas.

CRÓNICAS


Por Nano

El 18 de octubre, de mañana, me encontraba recostada en un cemento gris muy frío, acompañada de nueve mujeres. Cuando nos despertamos, el policía que estaba de turno nos informó que nos arregláramos, pues era el día de visitas. Todas estábamos anhelando esta visita. Todas nos pusimos muy contentas y nos arreglamos y arreglamos también la pequeña celda donde el único espacio ocupado era el de un teléfono en la pared. Ya cuando estábamos todas listas y esperábamos el llamado de la visita, el teniente que llegaba de turno se ríe, pues él sí conocía la verdadera situación de qué nos iba a pasar: no había visita, sino que, realmente había llegado la boleta de nuestro traslado al Buen Pastor.

Cuando empezaron a llamar por nuestros nombres y nos empezaron a esposar, todas comenzamos a llorar, pero preparadas, porque ya sabíamos lo que estaba por pasar. Nos llevaron esposadas por unas escaleras, hasta abajo, hasta llegar a un parqueadero y nos subieron a un carro grande del Inpec. Nos sacaron de la estación, por la parte de atrás, para que nuestras familias no se dieran cuenta de que nos estaban trasladando.

Todas empezamos a llorar, pero ver a nuestras familias nos llenó de aliento para empezar a gritar; gritamos tan fuerte que bus empezó a sacudirse, gritamos tan duro que todos se dieron cuenta de que íbamos en ese carro tan oscuro del Inpec. Cuando nuestras familias escucharon nuestros gritos, cada una tomó un taxi y llegó rápidamente a la entrada del Buen Pastor.

Cuando nosotras llegamos en ese carro, ya todos nos estaban esperando. A la entrada había una puerta grande, de color azul oscuro. Nuestras familias empezaron a gritarnos y a llamarnos; ellas estaban esperando para ver qué nos podían recoger y qué nos podían dejar de nuestras pertenencias. Así mismo, la guardia nos requisó rápidamente y empezó a quitarnos las cosas; algunas nos las dejaron como otras las rompían. De repente, la puerta azul se cerró, hasta ahí logramos ver a nuestras familias.

Por Janay

Esta historia comenzó en diciembre de 2020. Terminando el mes de noviembre, comenzado el mes de diciembre, mi compañera se enfermó de Covid-19. Tenía todos los síntomas, pero el resultado de la prueba no llegaba. Ella siguió enferma. La llevamos muchas veces a sanidad, y no había oxígeno, no había suero, no había ni acetaminofén. Aún el médico no estaba del todo preparado, no tenía el conocimiento de la enfermedad; era el médico general que siempre había estado en el RM.

Mi compañera se fue enfermando cada día más, cada día más, hasta llegar al punto en que murió. Ella murió en diciembre de 2020. Eso fue en el antiguo patio quinto, que ahora es el cuarto. Después de eso, pasaron exactamente ocho días, cuando me hicieron la prueba a mí, porque fue una convulsión en toda la cárcel, que incluso salió en las noticias a nivel nacional. Nos hicieron la prueba y entramos en cuarentena todo el patio.

La prueba a mí me salió positiva, después de eso, me aislaron en un tramo del mismo patio que era para las enfermas de Covid-19, que fue en el cuarto piso. Nosotras, las que salimos positivas, no teníamos derecho de absolutamente nada, ni siquiera de comunicarnos en el mismo patio con nadie, estábamos totalmente aisladas. Estábamos prácticamente abandonadas, porque no había suero, no había medicamentos, no había oxígeno, no había nada, ni siquiera un inhalador.

A mí me dio muy duro, fui una de las que más lo padecí, porque me dio anorexia, no podía pasar alimento, mi cuerpo lo rechazaba; todo lo que comía intoxicaba mi cuerpo. Entonces, comencé a tomar solo agua. El agua fría o con hielo me sentaba muy mal, por las defensas tan bajas. Entonces, calentaba el agua para tomar. No me entraba ni una agua’e panela ni un tinto, porque me intoxicaba.

Debido a todo esto, también perdí la memoria por dos meses, enero y febrero. La vine a recuperar bien aquí, ya estando en la Comunidad Terapéutica, ya por abril.

Esas fueron las consecuencias del Covid-19, gracias a Dios, no llegué a la muerte, pero sí estuve con paro respiratorio, fui internada en el Hospital de la Samaritana como 3 veces, me sacaron a sanidad casi sin vida.

Viví instantes de muerte muy reales y escalofriantes. Yo pensaba que iba a morir, yo decía “ya no puedo con la asfixia, el dolor en los huesos y la fiebre”. No podía estar acostada, no podía estar sentada, no podía estar de pie, porque vivía muy ahogada. En el momento recibía medicamento siquiátrico. Entonces, yo opté por tomar muchos medicamentos siquiátricos, por el miedo a morirme. Yo pensaba que no había remedio, pues aún no había nada de la vacuna ni ninguna solución. Lo que hice fue abusar de mi medicamento siquiátrico; empecé a consumir pastas y pastas. Empecé a consumir basuco, alcohol, hierba, todo lo que hubiera, pues tenía mucho miedo de morirme.

Cuando me daban esos ataques y convulsionaba, cuando me daban esos paros respiratorios, quedaba totalmente deprimida y triste. Entonces, mi refugio era consumir las pastas siquiátricas, tramadol (por el dolor de huesos y el dolor de cabeza).

Solo recordando esta historia, para contarla, tiemblo, me sudan las manos, pues aún me dan nervios y no me gustaría volver a vivirla jamás en mi vida. Fue terrible.

Yo cuando llegué a la comunidad, llegué los solos huesitos, anoréxica totalmente.

En esos momentos, yo pensaba que no me iba a recuperar, pensaba que me iba a ir, me iba a morir, que eso era lo último que iba a vivir.

Por siquiatría consumía 21 pepas de siquiatría; también consumía uno, dos o tres tramadoles; además, consumía basuco y marihuana. Esos eran mis relajantes, esos eran mi medicina; ese era mi todo, ese era mi mundo. Estaba montada en mis videos y no vivía mi dolor.

Después de eso, llegué a la comunidad, estando aquí recuperé mi memoria; en principio pensaba que estaba en un manicomio. Lentamente comencé a recuperarme, a ver que estaba mal y reconocer mi problema, que yo estaba recuperándome, que yo estaba llevada de todo eso.

Después, recibí noticias de mi familia. Varios de mis familiares también se enfermaron. Esto fue muy doloroso y entré en depresión.

Ahorita, lo cuento con satisfacción, porque fui una de las sobrevivientes del Covid-19, de la cuarentena y de todo lo que vivimos en la cárcel. Ahorita lo puedo ver como una bendición de Dios, porque yo me aferré mucho a Dios, eso es muy importante. Dios fue mi apoyo para llegar a la comunidad y en todo este proceso. Yo llegué con la palabra y mi Biblia debajo del brazo, y comencé a orar y a orar, para sanarme espiritualmente.

Eso luego lo puse en manos de Dios, que si me tenía que ir, que me fuera, pero bien, libre de pecado; pero que si va a dejarme, que sea su santa voluntad.

Y aquí estoy, gracias a Él.

Por Beibys

En el patio nueve, ahora llamado ocho, para el 2018, sucedió un motín.

Como en todo patio, había casas; y una de ellas se descuidó, no escuchó cuando dijeron “Mario adentro”. Entraron precisamente a la celda 13,la celda con más caletados, pues ahí vivían dos casas, una de Carmen y otra, la de Johana. La segunda tenía un teléfono en sus manos, que fue lo primero que vio la guardia cuando entró, y quiso quitárselo. Ellas se enfrentaron a la guardia y empezó la fiesta: llegó mucho Mario y empezó el operativo.

A Johana la sacaron de manos y de pies, mordiendo a un auxiliar. En ese momento, todo el patio corría para todos lados. Guardia por aquí, guardia por allá; teléfonos por aquí, droga por allá; cargadores por aquí… mejor dicho, eso se volvió una locura.

En fin, hicieron fiesta los del Inpec y nos lograron encerrar por esa noche en nuestras celdas. Pero al otro día todas preguntaban “¿Dónde está Johana?”. Y empezó de nuevo el motín. Total, fue el punto en que llegó la capitana al patio con la orden de la regional en que se escuchaba que no teníamos derecho a tener las celdas abiertas.

Ese día cerraron todas las puertas y ese patio entró en revolución y huelga de hambre, pero no sirvió de nada, porque todos nuestros derechos fueron vulnerados y las puertas fueron cerradas.

Por Minie

Ella era niña llamada Mary. Tuvo dos hijos muy hermosos, un niño y una niña. Pero por cosas de la vida y por andar en las drogas, la madre de Mary se los arrebató. Casi nunca los podía ver, no se lo permitían. Debido a eso, ella se aferró aún más a la droga y lo único que hizo fue perderlos más.

Pasaron cuatro años en los que no supo nada de sus hijos, sólo lloraba y sufría mucho por tenerlos lejos. Un día estaba tan drogada y tan aburrida de esa vida tan vacía y tan sola que decidió ponerse de rodillas y orar Dios con estas palabras:

Dios ya no quiero más esta vida, ayúdame a salir de todo esto y a recuperar a mis hijos. Que se haga tu voluntad, no la mía.

Al poco tiempo llegó a una cárcel, al Buen Pastor. Pasó por muchas cosas en esa cárcel, pues le tocó un patio muy fuerte, pero al poco tiempo Dios la guio y la trajo a comunidad terapéutica. Dios la rescató, la limpió y la amó. La perdonó como la niña de sus ojos.

Su condena es de 18 meses, por hurto. Ya lleva 11 meses. Mary espera y cree con fe que el milagro de Dios está cerca, pues ella añora el día en que la pabellonera grite que ya está su boleta de libertad. También está segura de que la fe de ella es tan grande que Dios la va a guiar por el camino correcto y le va a dar la voluntad que ella necesita para no recaer en las drogas y, así, poder estar con sus hijos por siempre.

HISTORIAS DE LA INFANCIA Y JUVENTUD


Por Anabel

A los 15 años, un hombre que consideraba como mi pareja me hizo un daño muy grande, en cuanto a mi salud y justamente con la hermana [con la] que vivía en ese momento. La encarcelaron y quedé sola estando ya sumergida en el terrible mundo de la drogadicción. Me sentí muy sola como nunca antes; era aún muy joven y fue muy difícil trascender de esta situación. Pasó el tiempo y llegaron mi hermana N. y mi sobrina D., quienes me rescataron de ese lugar y me llevaron a mi casa en donde sentí la compañía de mi hermana.

J. mi mama, mis sobrinas más que un apoyo grandísimo, me brindaron verdadero amor.

Por Pokerita

Érase una vez una familia pequeña y humilde, pero desafortunadamente un poco disfuncional. A., la señora de la casa, madre de tres hijos, al enterarse de su embarazo, que por cierto no era deseado, y cansada del maltrato y abuso de su esposo, decidió separarse para darle fin a su sufrimiento.

A pesar de toda la responsabilidad que tenía, cuidó por nueve meses y esperó con ansias locas la llegada de esa hermosa semillita que yacía en su vientre.

De ese día tan anhelado, recuerdo que mi mamá me decía: “Eras tan hermosa, tan pequeñita, tan inocente, mi Cheíto, así te llamé de cariño, mi hermosa princesa. Me enamoré ciegamente de ti, te amé tanto y te crié con tanto amor…

»Años después, creciste, eras tan consentida, tan caprichosa, tan apegada a mí…”.

Recuerdo cuando tenía 4 o 5 años, la verdad no sé muy bien, me sentía perdida, sin saber qué hacer. Lloré mucho. Mucho desconocía todo lo que veía y no veía llegar a mamá por ningún lado. Una señora que jamás había visto, me tomó de la mano y me llevó a una casa donde solo había señores verdes que se veían grandes y rudos. Pero la final, borraron mi llanto, recuerdo que todos me consentían, me compraron pollo y me sentaron en un mesón alto. Y cuando mamá llegó por mí, estaba feliz de la vida comiendo lo que más me gustaba: Chocolate. “era un gancito”, [le dije]. Mamá me alzó y me abrazó fuerte. Con lágrimas en los ojos y una lluvia de besos, me recordó lo mucho que me amaba. Nos fuimos felices para la casa y me llenó de amor por el resto de mi existencia. Y aún lo sigue haciendo. ¡Cuánto te amo, mamá!

FIN

CHEÍTO: es el apodo de mi niñez, y aún ahora cuando me consienten o me hablan con cariño, me dicen así, Cheo o Cheíto.

Esta historia nunca se ha borrado de mi mente y un día le pregunté a mi mami y ella me dijo que, cuando yo era pequeña, ella se iba a trabajar y me dejaba con mi abuela, pero sin que ella se percatara, yo me le iba detrás [a mi mamá] y que me le perdí como en 4 ocasiones, y esa es una de esas ocasiones. Los señores verdes eran policías.

Por Chorro de humo

Cuando era niña y mi papá llegaba borracho, yo me iba a dormir con mis abuelos. Me metía en medio de los dos, y a ellos les gustaba mucho. Fue algo muy bonito.

Luego, de grande, iba a visitarlos y a mi hijo le daban ropa, lo consentían y nos invitaban a almorzar, a pesar de que ellos trabajan de chatarreros. Así es que ellos se sostienen y porque mi padre les da mercado.

Extraño mucho a mis viejitos, ojalá me puedan esperar el tiempo que me queda acá.

Por Pispirispis

Cuando yo era pequeña, mi papá y mi mamá me metieron a un jardín donde estuve toda mi infancia, y cuando fui creciendo, del jardín me pasaron a la escuela, en la cual me compraban de todo, porque yo era muy juiciosa. Un día mi papá me llevó y me compró una muñeca que hablaba y muchas y muchas barbies. Yo me iba a jugar con unas amiguitas. Fui creciendo y llegué al colegio. Ahí conseguí un novio y seguí estudiando, hasta que me retiré de estudiar y me fui de la casa. Me empecé a juntar con malas amistades y fui cogiendo malas mañanas. Fui creciendo y le busqué muchos problemas a mi familia, hasta que caí en la cárcel.

Por Nana

A la edad de los diecisiete años quedé embarazada de mi segundo hijo, para mi madre eso fue fatal y, para empeorar la situación, teníamos que irnos del barrio donde vivíamos porque nuestras vidas estaban en peligro. Llegamos a vivir al centro de Bogotá, yo embarazada y mi madre sin mis otros hermanos. Trabajábamos juntas en el Restrepo, ella como ayudante en un puesto de caldo y picada y yo en las discotecas vendiendo chicles. Mi madre se reencontró con un amigo del pasado y pues ellos se gustaban mucho, así que decidieron estar juntos. Sin darse cuenta, ella quedó embarazada, él se desapareció y mi madre perdió él bebe; mas no supieron realizar el legrado y le dieron cálculos en la matriz. El dolor era insoportable y ella me trataba con muchas palabras groseras, hasta que logré llevarla al hospital.

Mis hermanos, los dos mayores, decidieron llevarme a mis hermanitas, las tres menores y una de ellas se puso de grosera y me hizo correr tres cuadras atrás de ella, hasta llegar a una patrulla de policía y se entregó. Les dijo a los policías que se quería ir para el Bienestar Familiar, y pues los policías se la llevaron y a mí me dejaron ir, puesto que yo les dije que tenía otros dos hermanos esperándome en el hotel donde vivíamos. Al otro día fui a visitar a mi madre al hospital y me dijeron los médicos que la tenían que trasladar para poderle hacer la operación, pero me la dejaron ver y ella me dijo que llevara a mi hermana a la institución y que solo me quedara con la más pequeña.

Yo le hice caso y a ella la trasladaron del Hospital Materno Infantil al Hospital de la Victoria, así duramos unas cuantas semanas, de repente uno de esos días que yo fui a visitarla en compañía de mi hermana menor [y] ella me dijo que no me moviera del barrio La Victoria, yo le dije que bueno, pero que no habíamos conseguido nada para comer o pagar la pieza. Y, pues, desobedecí a mi madre y me fui del barrio La Victoria para el barrio Veinte de Julio, donde llegué a una panadería y conseguí una bolsa de leche líquida y unos panes. Mientras mi hermana y yo nos alimentábamos, llegó un policía de menores y nos llevaron a la comisaría de familia, yo les conté toda la historia y les pedí que por favor le avisaran a mi madre, ellos nos dijeron que sí, pero nos llevaron a un centro de emergencia y, después de otros meses, nos separaron, a mí me llevaron fuera de Bogotá, a una institución donde vivían muchas mujeres menores de edad y en estado de embarazo o lactancia. Durante ese tiempo me sentí sola, pero estoy segura de que Dios fue mi mejor compañía, y por supuesto mi hijo que, aunque no había nacido, él sentía lo mismo que yo.

HISTORIAS SOBRE ANIMALES


Por Frik, La Gomela, La Flaca, Caleña, La del Bulto, Caramelito, Lobita, Manotas, Beibys, Coco, La Ratona, La Insaciable y Patilla

Había una vez unos lobos que estaban enjaulados por su mal comportamiento, a ellos cada fin de semana los visitaba su familia. Pero un día, estando sus familias en las cuevas, llegó el Rey de los animales, el Señor León, a darles la noticia de que no podrían salir de las cuevas por unos largos días, porque había llegado una manada de abejas que picó a parte de la familia. Hubo muertes. Algunos fueron valientes luchando por sus vidas, fueron fuertes y soportaron adversidades.

Moraleja: A pesar de las pérdidas o los obstáculos, tenemos que seguir siendo fuertes y mantener la frente en alto.

Por Catalina Ortiz

Cuando yo era habitante de calle y vivía debajo del puente del Bicentenario, en el Samber. Una tarde, uno de mis hijos de la calle llegó con una perra pitbull Stanford. Yo la acogí como mía. Trabajaba y reciclaba. Le compraba su comida primero: la comida, después la pieza y, por último, la droga. Porque por mi perra me puse a pagar pieza, porque la policía de caninos me la iba a quitar. Y la cuidé hasta el día de mi captura.

Algo que he tenido claro siempre es que es el único amigo fiel. Primeramente, Dios y los perros.

Por Catalina Ortiz, La Negra, Golosita, Pokerita, Pispirispis, Morita y Janeht

Cuando empezó este terrible caos de pandemia, Copito, un conejito muy bello, blanco y juguetón, vivía en la mitad de la selva, junto a su mamá y su abuelita, doña Juanita, quien era de muy avanzada edad y era como el ángel de la guarda de Copito.

Un día el rey de la selva convocó a los animales de la selva para hablarles sobre las medidas de precaución y bioseguridad.

Por Frik

Todo empezó cuando me fui a la Fundación “Rescatados por su sangre”, fundación cristiana para drogadictos en Fusagasugá.

Entonces, al mes de estar allá me dieron la confianza de salir a vender maní. Con brigadas de alimentación y la venta de maní se mantenía la fundación. Yo iba de puerta en puerta vendiendo maní; otros los hacían muy diferente: se hacían en los semáforos, en los paraderos o en locales.

Yo lo hacía puerta a puerta.

Yo golpeé en una casa, y la señora y los hijos, muy amables, me invitaron a tomar refresco. Me dijeron que me regalaban un perrito, pues ya tenían más perros y ese se lo había dado el novio y terminaron porque él le había sido infiel a la muchacha. Ella no quería tener el perrito. Era un hermoso bebé, apenas tenía dos meses, precioso.

Me lo llevé. Pedí permiso diciendo que, como no se podía tener allá, era para mis hijos. Y así fue: para la visita del fin de semana, le compré una cita y se la puse con un moño. Se veía hermoso, como un puro peluchito.

Créanme.

Se lo llevaron mis hijas, que se pusieron locas con el peluche. Tomás creció y era el consentido de la casa, mi mamá lo sacó de la casa cuando yo volví y me lo devolvió. Y era el consentido de mis suegros. Era un perrito especial, no como los demás. Él me cuidaba. Tenía cama, pero no se quitaba de puerta de mi alcoba, cuidándome. Aunque suene tenebroso, había un espíritu en la casa que me perseguía y él presentía esa presencia extraña y me cuidaba y aullaba. Cuando sentía ladraba desde la escalera, mirando fijamente hacia mi puerta. Qué miedo.

El perrito era súper entendido. Mi esposo y yo consumíamos vendíamos droga en la calle. Un día, llegamos y él estaba en la puerta de la calle llorando y esperándonos. Fue tan raro. Cuando abrimos, el perrito fue como un niño expresándose. Me hizo arrodillar. Él, con su mirada y llanto, me buscaba que lo abrazara. Me hizo entender que nos cuestionaba, como si preguntara por qué hacíamos eso y lo dejábamos por andar en calle consumiendo y buscando que nos pasara algo malo.

Me hizo llorar a mí y a mi esposo.

Es verdad, sólo Dios sabe que lo que cuento es verdad.

Lo alcé, lo consentí y él se calmó. Se fue a la puerta a cuidarme. Dos días después, mi esposo fue con él a la tienda. A mi esposo se le quedó la plata y se devolvió. Cuando cruzó la calle, al perrito lo cogió carro que lo totió por dentro. Sufrió esa noche y tocó aplicarle la inyección para quitarle el dolor y porque no sobreviviría mucho.

Y así es mi triste historia con Tomás, nunca lo olvidaré. ¡¡¡Fue muy especial tenerlo en mi vida!!!

Por Estrellita

Aún recuerdo aquella mañana [en que] una vecina del barrio nos despertó con una mala noticia: su perra Keyla se había muerto en pleno trabajo de parto y le dejó nueve diminutos herederos; y la solución a su problema fue regalarlos, casa por casa. Mi madre no quería recibirlo, porque decía que era un problema que no se iba: criar. Insistí tanto que logré convencerla con la condición de que era mi responsabilidad. Los primeros días no se podía parar solita, ni siquiera abrió sus ojitos. Empecé a darle tetero como a cualquier bebé y así fueron pasando los días. Se veía su progreso y ya sabía que no se moría.

El compromiso con el que se había quedado lo acepté y lo asumí.

Sacha fue creciendo con todas sus vacunas. No representó gastos extras, porque sus peleas y triunfos daban para su alimentación y sustento.

En mi embarazo ella compartió todo el tiempo conmigo y al nacer Luisa todo empezó a dar un cambio. Recuerdo que mi vecino también tuvo una niña que fue mayor por un mes que la mía.

Cuando las niñas empezaron a gatear, la mía se subía encima de Sacha y ella era muy cuidadosa para no lastimarla, pero lo mismo no pasó con la niña de la vecina. Cuando lo quiso hacer, la perra fue esquiva y, de un movimiento brusco, la tumbó y le rasguñó la carita.

El papá de la niña me demandó y pedía que sacrificaran la perra. Este proceso duró como seis meses y salí bien por el momento.

Ya había pasado casi un año, y en un paseo a un río nos encontramos a este señor lejos del pueblo y cumplió su propósito: sacrificó a mi perra sin remordimiento alguno.

La enterramos cerca al río y fue una pérdida demasiado dolorosa, por eso hice una promesa de nunca volver a encariñarme con una mascota, porque al final terminan siendo uno más de tu familia

CARTAS


Por La Divinísima

Mis telares y mis agujas de tejer: Telares, los saludo con mucho cariño. Quiero que sepan que en este momento de mi vida se han convertido en lo más importante para mí, más que mis amigas. Se han convertido en mi atajo económico. Las quiero mucho porque mantenemos juntas la mayor parte de mi tiempo libre. También quiero decirles que gracias a ustedes no pienso tanto en las cosas de afuera que tanto me mortifican, pues mantengo muy entretenida.

Por Tribilín / Lola

A la foto más hermosa porque tú me llenas de motivación y me alegras mucho mi vida y mi corazón, porque en ti veo a mis hermanos, la razón de este cambio y de ser mejor persona.

Por Estrellita

Queridas fotos primero que todo, quiero agradecerles el estar conmigo, porque son las que me fortalecen en mis momentos de soledad, el tenerlas en mis manos me hace imaginar el momento de volverlas a tener cerca y es lo que más me motiva a seguir con mi proyecto de rehabilitación y mucho más me entusiasma la idea de conocer a mis nietas y compartir con ellas a estas fotos, les doy las gracias por haber llegado a este lugar y animarme a seguir adelante.

Por Janay

Una tobillera que me regaló una compañerita que murió después de padecer una embolia, es muy importante para mí, fue un detalle de cumpleaños de 2020. Anahí fue una personita muy especial por sus consejos y su compañía. Me decía, no me dejes sola, que me voy a morir sola, cuando Dios se acuerde de mí, quiero estar muy acompañada de todas ustedes, específicamente de usted. Es muy agradable saber dónde están las dos, ella y otra que también murió de Covid 19 hace dos meses. Sé que donde estén, están bien y lo importante es cómo me siento ahora; tranquila porque hice lo que más pude por ayudarlas a ellas, eso me hace sentir feliz y bien, el resto es siempre voluntad de Dios. Pienso que lo más importante es quien nos acompaña en el camino y como nos acompaña.

Por Golosita

Lo hice para regalárselo a mi esposo porque me nace regalárselo, porque se lo merece, el para mi significa mucho. Se lo hice con mucho amor para él y esa muñeca que le hice a un dedo, significa todo el amor que hoy en día siento por ese hombre y por todas las cosas tan bonitas que el hace, mientras yo estoy aquí en este lugar y lo que llevo detenida, nunca nos ha dejado solos.
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